El chocolate es la mejor forma de sentir placer con un bocado. Su olor atrapa tu alma; concha dura, recia, y que al lograr abrirla, sus semillas como pócimas te jalan al ancestral aroma maya, (ó un poco más antes de ellos). De un color café como las pieles indias de los guerreros, te seducen desde tu boca. Hijo predilecto (el cacao), siempre vistió la gallardía que era la mejor defensa de decirle a la noche cuanto se le quería.
En ese tiempo mercaban su cuerpo café como moneda de cambio entre todos los que pudieran pagar sus alimentos, sus vestimentas, sus tocados, y todo lo justo y necesario para su diario vivir.
El cacao inundaba la selva toda, desde el amanecer hasta cuando los grillos dejaran de cantar. Un buen amanecer era el cacao junto a los pies de alguien.
Y más si los pies eran de un noble, emperador o guerrero nato. El cacao. De nombre robusto.
Limpio. Hechura de un Dios que no se le conoce su cuerpo, ni su don, que pagaba su justa deidad, agregando maíz para saber otra degustación mezclada con miel o vainilla.
El cacao se volvió un mestizaje al paladar. Una castellana mordida con avellanas y otras especies urgidas sin ton ni son. La tierra no venía siendo la misma aquí y allá en el otro lado del mundo. Los que llevaron el placer en semillas cafés a la Nueva España se sorprendieron. El efecto causó un deseo diferente. Los Reyes de ésa España encontraron el remedio a su pesar.
Cansados de ellos mismos, se dedicaron a usarlo por puro placer, sin piedad, sin llegar a nada. Hoy, hay quien se tienta el paladar en un frío mixteco y junta sus manos en el anochecer (haciendo una reverencia al pasado), para continuar ése pasado.
De mirada mixteca, de continuar pausado. Oscar inventa o reinventa, el calmado deseo de que sepas bajo tu propio riesgo, los placeres hechos a base de cacao. Un poco de poleo por allá. Un poco de chile aquí.
Más de vainilla por favor. Se puede menos de amor?. Así me imagino cada tableta de chocolate que Carrizosa crea. Es Septiembre ya. Las tempestades han pasado. La luna no se vé. Afuera hay una quietud negra. Adentro huele a cacao fermentado. Es hora de ir a Casa Crespo. Es hora de probar lo que probaban los nobles…los emperadores… los guerreros….
Japo Meixueiro